26 de septiembre de 2015
Ceremonia de Egresados
GRADUACIÓN OTOÑO 2015
David Fernández
Distinguidas personalidades de la Mesa de Honor:
Apreciables Padres de Familia, Familiares y amigos de
nuestros graduados;
Queridos muchachos que hoy egresan de nuestra Casa de
Estudios:
El libro del Eclesiastés dice que hay un tiempo para sembrar
y otro para cosechar lo sembrado, un tiempo para recoger guijarros, y otro para
lanzarlos, un tiempo de guerra y otro de paz. Pues bien, el tiempo de cursar un
grado ha concluido para ustedes, y viene ahora el tiempo de dar frutos.
En efecto, durante los años que ustedes han pasado con
nosotros hemos querido comunicarles lo
que somos y tenemos. Así, quisimos sembrar en ustedes un espíritu particular,
hecho de pensamiento crítico, riguroso, creativo, pero también de una voluntad
férrea, servicial, solidaria, transformadora. El espíritu jesuita de nuestra
Universidad que es el que hemos querido compartir con ustedes está hecho de
conocimiento y acción transformadora, de teoría y práctica, de contemplación y
acción.
Ahora que egresan, van ustedes preparados para la vida, tanto
profesional como para la vida diaria. Son personas de bien, formadas para
triunfar, pero igualmente para resistir los golpes que da la existencia. Son
ustedes, el mejor exponente de lo que esta Universidad quiere ser: algo
pertinente, útil, la mejor universidad no del mundo sino para el mundo. Igual
ustedes: esperamos que sean hombres y mujeres capaces, solidarios con los
demás, los mejores para un mundo que espera sus aportes concretos para ser un
mundo mejor.
Junto con mis más sinceras felicitaciones por este importante
logro al haber concluido sus estudios profesionales, quiero compartir con
ustedes algunas reflexiones que les ayuden a vivir su identidad y su tarea como
exalumnos y exalumnas de la Ibero.
Ustedes conocen mejor que yo la etapa actual que vive México
y que conlleva, junto con aspectos muy positivos, momentos de dolor, de
dificultad, de sufrimiento, especialmente para las mayorías pobres de nuestro
país. Los problemas se agudizan día con día, y el malestar social es delicado y
amenazante.
En este contexto conflictivo, es indiscutible que México
espera de ustedes aportes evangélicos que permitan ir superando gradualmente la
crisis en que nos debatimos y que puedan crear una verdadera conciencia de
fraternidad cimentada en la honradez, en la verdad, en la justicia social. Sólo
así se construirá la verdadera paz que todos anhelamos.
Por esto, como exalumnos de una institución jesuita busquen y
lleven a buen término compromisos concretos de servicio eficaz a la Patria. En
su ejercicio profesional, por ejemplo, tengan siempre presentes, por un
conocimiento práctico y por una cercanía real, las difíciles condiciones de
vida y de trabajo que experimentan tantos compatriotas agobiados por múltiples
sufrimientos y discriminaciones. Me refiero a la multitud de hombres y mujeres
obreros, campesinos, indígenas, miembros de sectores marginados, que esperan
activamente un futuro mejor y más generoso para todos.
Esfuércense, por encima de todo, en ayudar a que unos y otros
miremos a México y al mundo entero con los ojos de compasión y solidaridad; en
amar a todos los seres humanos, preferencialmente a los más débiles y
necesitados. De esta mirada y de este amor brotarán necesariamente como frutos
el impulso y el compromiso de construir estructuras fraternas y más justas.
Sean, además, austeros y aprendan a compartir sus bienes con
los demás; aprendan a oponerse a una sociedad fincada en el consumo y el afán
de lucro y en la que prevalecen desgraciadamente la codicia y el deseo egoísta
y no cristiano de acaparar y pasar por encima de los demás.
No olviden que sólo desde el corazón de Dios y con su ayuda
podrán tener un corazón de carne capaz de amar y servir y de sacrificarse por
el país y por el pueblo con la creatividad generosa del Buen Samaritano.
Las actitudes y valores que hemos querido inculcarles a lo
largo de su formación universitaria vívanlas primero en toda su vida familiar y
profesional. Pero luego de ello, cultiven de manera privilegiada la semilla
evangélica del amor, de suerte que de ella broten inmensos beneficios para la
sociedad entera. La invitación es, entonces, a que, en algún momento de su vida
futura, se sumen a las actividades y obras apostólicas de tantas personas
generosas que intentan hoy construir un mundo más justo y más humano, en la
común responsabilidad del servicio a la creación.
Para decirlo en síntesis: en el ejercicio de su profesión
busquen siempre colaborar activa y eficazmente en el cambio social que México
necesita con urgencia. Nada de lo hecho en la Ibero tendría sentido si ustedes
contribuyeran al mantenimiento del actual sistema social en lugar de hacer un
mundo más justo y más humano.
No hay pretexto para no hacerlo. La juventud es un momento de
generosidad e irreverencia. La vida está por delante y hay que dotarla de
sentido. La mayoría de ustedes aún no ha descontado derrotas ni renuncias, y la
experiencia no sirve como pretexto para retiradas. En estos momentos ustedes
pueden optar por perseverar en muchas de las formas que ocultan la realidad o
bien rebelarse contra las mentiras que dejan fuera demasiados ángulos de la
vida.
Por ello, cultiven una profunda espiritualidad. Así
continuaremos unidos y seremos más capaces de vivir generosamente aquello que
ha de caracterizarnos y que ha sido la divisa de todos nuestros esfuerzos
educativos: el ser hombres y mujeres con y para los demás.
Sólo de esta manera –dice el Padre Kolvenbach, inspirador de
este mensaje a ustedes ahora que egresan-, sólo de esta manera –digo- podremos
construir una comunidad como Dios la quiere y una Patria común, fraterna,
democrática, justa y pacífica como México la requiere.
Mi deseo personal como rector de esta Universidad que ahora
los despide, es que continuemos compartiendo la tarea común de hacer de los
seres humanos los que ya son: imagen y semejanza cabal de Dios.
Valoren a las personas por lo que son, y no por lo que
tienen; faciliten la cooperación en lugar de la competencia destructiva;
prefieran el servicio a la apropiación; tiendan a la promoción solidaria y
verdaderamente humana de todos y cada uno en lugar de la promoción
individualista; vayan haciendo realidad, finalmente, la participación
responsable de todos y todas en los bienes y en las decisiones de orden
económico y político, de forma que se vaya desterrando la gestión autoritaria y
paternalista.
Esto dice la filosofía educativa de la Universidad
Iberoamericana. Este es mi mensaje y mi deseo para ustedes.
Los felicito por el esfuerzo realizado. Felicito y agradezco
a quienes fueron sus maestros. Ellos y ellas comparten el crédito con ustedes.
Felicito y agradezco también a sus padres y familiares, que les han acompañado
y animado cercanamente para concluir este período de su vida, por su confianza
en nosotros y también, por el buen trabajo que han realizado.
Este es también un tiempo para agradecer. Les pido, por
favor, que se pongan de pie, y demos un gran aplauso a quienes son los autores
remotos del logro que ahora nos reúne.
Finalmente, pido al Señor de la Historia y la María de Guadalupe
una especial bendición para ustedes, sus amigos y sus familias.
México, D. F. a 26 de septiembre de 2015.
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