lunes, 5 de octubre de 2015

Discurso del Padre David Fernández Dávalos, S.J. Ceremonia de Egresados



26 de septiembre de 2015
Ceremonia de Egresados

GRADUACIÓN OTOÑO 2015
David Fernández

Distinguidas personalidades de la Mesa de Honor:
Apreciables Padres de Familia, Familiares y amigos de nuestros graduados;
Queridos muchachos que hoy egresan de nuestra Casa de Estudios:

El libro del Eclesiastés dice que hay un tiempo para sembrar y otro para cosechar lo sembrado, un tiempo para recoger guijarros, y otro para lanzarlos, un tiempo de guerra y otro de paz. Pues bien, el tiempo de cursar un grado ha concluido para ustedes, y viene ahora el tiempo de dar frutos.

En efecto, durante los años que ustedes han pasado con nosotros  hemos querido comunicarles lo que somos y tenemos. Así, quisimos sembrar en ustedes un espíritu particular, hecho de pensamiento crítico, riguroso, creativo, pero también de una voluntad férrea, servicial, solidaria, transformadora. El espíritu jesuita de nuestra Universidad que es el que hemos querido compartir con ustedes está hecho de conocimiento y acción transformadora, de teoría y práctica, de contemplación y acción. 

Ahora que egresan, van ustedes preparados para la vida, tanto profesional como para la vida diaria. Son personas de bien, formadas para triunfar, pero igualmente para resistir los golpes que da la existencia. Son ustedes, el mejor exponente de lo que esta Universidad quiere ser: algo pertinente, útil, la mejor universidad no del mundo sino para el mundo. Igual ustedes: esperamos que sean hombres y mujeres capaces, solidarios con los demás, los mejores para un mundo que espera sus aportes concretos para ser un mundo mejor.

Junto con mis más sinceras felicitaciones por este importante logro al haber concluido sus estudios profesionales, quiero compartir con ustedes algunas reflexiones que les ayuden a vivir su identidad y su tarea como exalumnos y exalumnas de la Ibero.

Ustedes conocen mejor que yo la etapa actual que vive México y que conlleva, junto con aspectos muy positivos, momentos de dolor, de dificultad, de sufrimiento, especialmente para las mayorías pobres de nuestro país. Los problemas se agudizan día con día, y el malestar social es delicado y amenazante.

En este contexto conflictivo, es indiscutible que México espera de ustedes aportes evangélicos que permitan ir superando gradualmente la crisis en que nos debatimos y que puedan crear una verdadera conciencia de fraternidad cimentada en la honradez, en la verdad, en la justicia social. Sólo así se construirá la verdadera paz que todos anhelamos.

Por esto, como exalumnos de una institución jesuita busquen y lleven a buen término compromisos concretos de servicio eficaz a la Patria. En su ejercicio profesional, por ejemplo, tengan siempre presentes, por un conocimiento práctico y por una cercanía real, las difíciles condiciones de vida y de trabajo que experimentan tantos compatriotas agobiados por múltiples sufrimientos y discriminaciones. Me refiero a la multitud de hombres y mujeres obreros, campesinos, indígenas, miembros de sectores marginados, que esperan activamente un futuro mejor y más generoso para todos.

Esfuércense, por encima de todo, en ayudar a que unos y otros miremos a México y al mundo entero con los ojos de compasión y solidaridad; en amar a todos los seres humanos, preferencialmente a los más débiles y necesitados. De esta mirada y de este amor brotarán necesariamente como frutos el impulso y el compromiso de construir estructuras fraternas y más justas.

Sean, además, austeros y aprendan a compartir sus bienes con los demás; aprendan a oponerse a una sociedad fincada en el consumo y el afán de lucro y en la que prevalecen desgraciadamente la codicia y el deseo egoísta y no cristiano de acaparar y pasar por encima de los demás.

No olviden que sólo desde el corazón de Dios y con su ayuda podrán tener un corazón de carne capaz de amar y servir y de sacrificarse por el país y por el pueblo con la creatividad generosa del Buen Samaritano.

Las actitudes y valores que hemos querido inculcarles a lo largo de su formación universitaria vívanlas primero en toda su vida familiar y profesional. Pero luego de ello, cultiven de manera privilegiada la semilla evangélica del amor, de suerte que de ella broten inmensos beneficios para la sociedad entera. La invitación es, entonces, a que, en algún momento de su vida futura, se sumen a las actividades y obras apostólicas de tantas personas generosas que intentan hoy construir un mundo más justo y más humano, en la común responsabilidad del servicio a la creación.

Para decirlo en síntesis: en el ejercicio de su profesión busquen siempre colaborar activa y eficazmente en el cambio social que México necesita con urgencia. Nada de lo hecho en la Ibero tendría sentido si ustedes contribuyeran al mantenimiento del actual sistema social en lugar de hacer un mundo más justo y más humano.

No hay pretexto para no hacerlo. La juventud es un momento de generosidad e irreverencia. La vida está por delante y hay que dotarla de sentido. La mayoría de ustedes aún no ha descontado derrotas ni renuncias, y la experiencia no sirve como pretexto para retiradas. En estos momentos ustedes pueden optar por perseverar en muchas de las formas que ocultan la realidad o bien rebelarse contra las mentiras que dejan fuera demasiados ángulos de la vida.
 
Por ello, cultiven una profunda espiritualidad. Así continuaremos unidos y seremos más capaces de vivir generosamente aquello que ha de caracterizarnos y que ha sido la divisa de todos nuestros esfuerzos educativos: el ser hombres y mujeres con y para los demás.
Sólo de esta manera –dice el Padre Kolvenbach, inspirador de este mensaje a ustedes ahora que egresan-, sólo de esta manera –digo- podremos construir una comunidad como Dios la quiere y una Patria común, fraterna, democrática, justa y pacífica como México la requiere.

Mi deseo personal como rector de esta Universidad que ahora los despide, es que continuemos compartiendo la tarea común de hacer de los seres humanos los que ya son: imagen y semejanza cabal de Dios.

Valoren a las personas por lo que son, y no por lo que tienen; faciliten la cooperación en lugar de la competencia destructiva; prefieran el servicio a la apropiación; tiendan a la promoción solidaria y verdaderamente humana de todos y cada uno en lugar de la promoción individualista; vayan haciendo realidad, finalmente, la participación responsable de todos y todas en los bienes y en las decisiones de orden económico y político, de forma que se vaya desterrando la gestión autoritaria y paternalista.
Esto dice la filosofía educativa de la Universidad Iberoamericana. Este es mi mensaje y mi deseo para ustedes.

Los felicito por el esfuerzo realizado. Felicito y agradezco a quienes fueron sus maestros. Ellos y ellas comparten el crédito con ustedes. Felicito y agradezco también a sus padres y familiares, que les han acompañado y animado cercanamente para concluir este período de su vida, por su confianza en nosotros y también, por el buen trabajo que han realizado.
Este es también un tiempo para agradecer. Les pido, por favor, que se pongan de pie, y demos un gran aplauso a quienes son los autores remotos del logro que ahora nos reúne.
Finalmente, pido al Señor de la Historia y la María de Guadalupe una especial bendición para ustedes, sus amigos y sus familias.


México, D. F. a 26 de septiembre de 2015.

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